Un perro defiende su comida. Una abeja no
defiende una flor, porque no la percibe como suya ni se percibe a ella misma
como parte de la flor, una abeja defiende a la colmena. Algunos animales
defienden su territorio, y otros defienden su posición privilegiada dentro de
la manada, es decir, defensa del poder (caso frecuente en los humanos).
Los seres humanos defendemos distintas cosas, y
muy probablemente la gran mayoría de nosotros está dispuesto a matar por defender
su bien o posesión más valorada ya que esta conducta responde a un
comportamiento presente en todos los animales y los humanos no somos la
excepción. La gran mayoría de nosotros estamos dispuestos a matar por defender
nuestra propia vida, un padre podría estar dispuesto a matar por defender la
vida o la integridad de sus hijos, un soldado está dispuesto a matar por
defender su patria, un revolucionario está dispuesto a matar por sus ideas, un
empresario minero está dispuesto a matar a un presidente por la nacionalización
de un mineral y defender sus intereses económicos, un joven que vive en la
marginalidad está dispuesto a matar por defender su honra, porque tal vez sea
lo único que tiene.
Dejando de lado el caso extremo de estar
dispuesto a matar por defender, en general los humanos somos defensivos, como
todos los animales, porque sentimos que las cosas y las ideas nos pertenecen
pero como todo en la vida existen muchas razones para defender algo, razones
que no son más que la simple racionalización de una conducta animal, pero por
lo general existen escasos objetivos para defender algo.
Personalmente adhiero a la idea de que la
realidad no es única y que ésta cambia de un observador a otro. Tiendo a pensar
que la mayoría de la gente adhiere a la idea de que la realidad y la verdad son
únicas, pensando que su verdad es "la verdad" pese a que se trate
sólo de su interpretación. Esta creencia lleva a la gente a tomar posturas
defensivas frente a las ideas, por lo que la gente, frente a una creencia
distinta a la propia, escucha para responder y no para entender. Es
inconcebible para la mayoría de las personas que dos o más verdades diferentes
convivan en una misma dimensión, tanto así que la física cuántica aun busca
comprobar la existencia de los universos paralelos fuera de este mundo.
Para entender mejor el concepto de que las ideas
no tienen dueño podemos observar el caso de la religión, y en su extremo
más radical el caso de la Yihad. Los yihadistas creen defender su fe, su
verdad, pero en realidad se trata de un comportamiento bastante repetido
en la historia humana, con lo que no queda duda que la creencia no le pertenece
a la persona y está determinada mayormente por factores externos al individuo.
En lo concreto la Yihad no se diferencia mucho de las cruzadas, salvo por una
diferencia de aproximadamente 800 años, la misma diferencia que existe
entre el nacimiento de Jesús y de Mahoma. ¿Podemos seguir pensando que las
ideas son de las personas?.
En el caso del individuo a determinadas edades se
espera que hagan más o menos lo mismo. Aproximadamente al año de vida se espera
que un niño aprenda a caminar, aprenderá a hablar, a controlar el esfínter,
etc. La sociedad, el conjunto de individuos, pasa por un proceso de
crecimiento y desarrollo similar (ya queda clara la idea que la única
diferencia entre el islam y el cristianismo es la edad). Más de alguna vez he
leído que América Latina vive en la edad media aun, la edad media de la
civilización, de la sociedad. La edad de un pueblo en nada está relacionada a
la tecnología de la cual dispone, por lo que probablemente aún nos falten
unos cuantos siglos antes de alcanzar el desarrollo, antes de ser una sociedad
o civilización adulta. En este contexto cierro esta idea con la creencia de que
no debemos entendernos a nosotros mismos como individuos sino como parte de
otro organismo más grande, tan grande como el universo entero tal vez,
idea que recojo de la observación de creencias cristianas, islámicas y
budistas, creencias que forman parte de una verdad mayor que las contiene a
todas, y que sin duda no tiene dueño.