Siempre queremos que nuestros hijos sean mas que
nosotros, y la razón es súper simple. Porque no nos encontramos satisfechos con
nuestra vida y a cualquiera que diga lo contrario lo desafio a explicar por qué
no quiere que su hijo tenga una vida como la suya. Con ese deseo de mejora en
la calidad de vida, natural en todo padre, sin darnos cuenta le transmitimos a
nuestros hijos esa misma insatisfacción permanente, lo que también nos ha
llevado a este modelo economico basado en el crecimiento infinito que es a
todas luces insostenible. La abeja, al no tener consciencia de ser (o ego) al
mismo nivel de desarrollo que el humano, no le transmite a sus larvas ese
espiritu de superación ni la insatisfacción permanente incrustada en ese
aparente buen deseo de superación, es por eso que mantienen su organización
invariable a lo largo de los milenos haciendo lo mismo y viviendo de la misma
forma generación tras generación, sin embargo en su nivel más primitivo de
consciencia ya se encuentra el deseo de perpetuar la especie a través de la
reproducción, la forma más simple en que la vida se conserva en el universo,
aunque su existencia se basa simplemente en vivir sin cuestionamientos.
Entonces ¿Tener consciencia es un mal?. Una de
las tantas ideas que pasan por mi mente es que junto con la evolución de la
consciencia nacen las emociones y la duda, emociones y dudas que no tienen los
insectos. Cuando decimos que nadie nos enseñó a ser padres entonces tal vez
debieramos decir que la naturaleza nos dotó de emociones, muchas de las cuales
no sabemos controlar de la misma forma en que controlamos los músculos de la
cara, la lengua, las cuerdas vocales y cualquier otra parte del cuerpo que usemos
al hablar, por lo que nadie nos ha enseñado a educar las emociones de nuestros
hijos. La cultura moderna nos ha enseñado que es mas importante entender
los principios de la termodinámica que manejar el duelo de forma adecuada,
importa más saber sumar que ser paciente y controlar la ansiedad, importa más
saber distinguir vertebrados e invertebrados que tolerar el fracaso, importan
más las notas que saber si nuestros hijos disfrutan o no del colegio, o mejor
dicho si disfrutan de aprender o simplemente los presionamos para que lo hagan.
Pero la verdad es que los problemas que más nos afligen en la vida adulta no
tienen que ver con la falta de conocimientos específicos como las matemáticas
por ejemplo. Tienen que ver con la falta de conocimiento de nuestras propias
emociones y en lugar de entenderlas y manejarlas al punto que dejamos,
muchas veces, que se impongan por sobre la razón y externalisamos esa
responsabilidad culpando a la vida, a las circunstancias pero la verdad es que
la vida es neutra, ni buena ni mala, somos nosotros mismos los que asignamos
ese valor. Alguna situación que a alguien le puede parecer triste a otra
persona perfectamente le puede resultar divertida, a otro puede provocar
sentimientos de rabia, etc. Por lo tanto ¿la situación es triste, divertida o
molesta? El valor que le asignes depende de ti.
Nuestros abuelos pensaban que la vida adulta era
trabajar duro para comer, los tiempos cambiaron y nuestros padres pensaban que
la vida adulta consistia en trabajar duro para pagar cuentas y muchos de
nosotros creemos que la vida adulta consiste en trabajar duro para tener más,
una mejor casa, un mejor auto. Pero no puedo estar más en desacuerdo con que la
vida adulta consiste en trabajar duro.
Todos deseamos una mejor calidad de vida para
nosotros mismos, y una aun mejor para nuestros hijos, el problema es que cuando
hablamos de calidad de vida siempre aparece primero el apego a lo material,
aparece el viajar, y no tener preocupaciones de tipo económicas. Con el paso de
los años me he dado cuenta que junto con aumentar mis ingresos mis
preocupaciones por dinero no disminuyen, todo nos indica que en nuestra
juventud teníamos menos y disfrutabamos más, de nuestras necesidades económicas
se ocupaban nuestros padres, por lo que entendí que más dinero no significa
mejor calidad de vida ni menos problemas. Al decir verdad la mayoría de los
problemas o complicaciones de la vida adulta tienen su origen en las emociones,
en el miedo y en la duda. La vida adulta no se trata de aceptar la vida tal como
es o "lo que te tocó" como si se tratara de un sorteo, se trata de
saber utilizar herramientas para resolver problemas. Entiendo que no puedo, ni
es mi misión, protegerlos de todo lo que creo que es malo. A través de la
transmisión del conocimiento y de la responsabilidad no puedo evitar que mis
hijos les toque quedar cesantes, no
puedo evitar que pierdan a sus seres queridos (perderme a mi es una posibilidad
bastante cierta) por lo que debo enseñarles a ser independientes y a superar el
duelo por ejemplo, a través de la muerte de una mascota, por lo que no veo que
la solución sea ir a comprar otra para aliviar su pena. No podemos comprarle
otros abuelos, otros padres ni otros hijos, tal vez esa es una de las razones
por las que domesticamos al perro y no a las tortugas, para enseñarle a
nuestros hijos algo importante sobre la vida. Tal como envejecen nuestras
mascotas envejeceré yo y también me haré más débil, hasta que finalmente moriré
y a ellos les pasará lo mismo. No puedo evitar que los bancos los tienten con
una vida de lujos a crédito porque la vida es ahora, pero si les puedo enseñar
a ser pacientes para evitar el sobreendeudamiento.
Desde la más temprana infancia enseñamos a que en
la vida hay que tener miedo, "si no comes la comida.... algo malo
pasará" "vendrá el cuco", "van a venir los carabineros y te
van a llevar preso", creamos hábitos a través del miedo, y bien es sabido
que el miedo construye muros entre el pensar y el hacer. Ese miedo nos acompaña
toda la vida, "si no haces lo que tu jefe dice perderás tu trabajo",
"si no encuentras pareja luego te vas a quedar solo... se te va a pasar el
tren", "si estudias eso que te gusta te vas a morir de hambre, mejor
estudia algo rentable", "búscate un trabajo normal, con eso no vas a
llegar a ninguna parte", “¿artista?, por cada famoso hay mil fracasados pateando piedras" y no me digan que nadie escuchó esas frases
alguna vez, y ahí nos quedamos. Vamos a trabajar sin ganas, odiamos el domingo
porque es el término del fin de semana, el único momento en que hacemos lo que
queremos, lo que nos gusta. Está claro que estamos convencidos que la vida
adulta consiste en trabajar y postergar el placer y la diversión, y la verdad
es que yo ya no quiero creer eso, he comenzado un camino irreversible en la
comprensión de la vida y finalmente ahora que me corresponde decidir cómo voy a
preparar a mis cachorros para la vida adulta lo haré tratando de liberarme en
lo que más pueda de mi yo animal, enseñándole a mis hijos que si bien nuestras
conductas están condicionadas como ocurre con todos los animales, la única
decisión que queda al libre albedrío es la de disfrutar la vida, y ya que
entiendo que tengo miedo de hacer muchas cosas simplemente porque la crianza
recibida, la cultura, el colegio, las religiones (aunque no practique ninguna),
me han condicionado para que así sea, no seré yo quien condicione a mis
hijos a temer porque simplemente no conocen lo que está detrás del muro que
construyó ese temor.
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