jueves, 17 de julio de 2014

Los hijos 2



Siempre queremos que nuestros hijos sean mas que nosotros, y la razón es súper simple. Porque no nos encontramos satisfechos con nuestra vida y a cualquiera que diga lo contrario lo desafio a explicar por qué no quiere que su hijo tenga una vida como la suya. Con ese deseo de mejora en la calidad de vida, natural en todo padre, sin darnos cuenta le transmitimos a nuestros hijos esa misma insatisfacción permanente, lo que también nos ha llevado a este modelo economico basado en el crecimiento infinito que es a todas luces insostenible. La abeja, al no tener consciencia de ser (o ego) al mismo nivel de desarrollo que el humano, no le transmite a sus larvas ese espiritu de superación ni la insatisfacción permanente incrustada en ese aparente buen deseo de superación, es por eso que mantienen su organización invariable a lo largo de los milenos haciendo lo mismo y viviendo de la misma forma generación tras generación, sin embargo en su nivel más primitivo de consciencia ya se encuentra el deseo de perpetuar la especie a través de la reproducción, la forma más simple en que la vida se conserva en el universo, aunque su existencia se basa simplemente en vivir sin cuestionamientos.

Entonces ¿Tener consciencia es un mal?. Una de las tantas ideas que pasan por mi mente es que junto con la evolución de la consciencia nacen las emociones y la duda, emociones y dudas que no tienen los insectos. Cuando decimos que nadie nos enseñó a ser padres entonces tal vez debieramos decir que la naturaleza nos dotó de emociones, muchas de las cuales no sabemos controlar de la misma forma en que controlamos los músculos de la cara, la lengua, las cuerdas vocales y cualquier otra parte del cuerpo que usemos al hablar, por lo que nadie nos ha enseñado a educar las emociones de nuestros hijos.  La cultura moderna nos ha enseñado que es mas importante entender los principios de la termodinámica que manejar el duelo de forma adecuada, importa más saber sumar que ser paciente y controlar la ansiedad, importa más saber distinguir vertebrados e invertebrados que tolerar el fracaso, importan más las notas que saber si nuestros hijos disfrutan o no del colegio, o mejor dicho si disfrutan de aprender o simplemente los presionamos para que lo hagan. Pero la verdad es que los problemas que más nos afligen en la vida adulta no tienen que ver con la falta de conocimientos específicos como las matemáticas por ejemplo. Tienen que ver con la falta de conocimiento de nuestras propias emociones y en lugar de entenderlas y manejarlas al punto que dejamos,  muchas veces, que se impongan por sobre la razón y externalisamos esa responsabilidad culpando a la vida, a las circunstancias pero la verdad es que la vida es neutra, ni buena ni mala, somos nosotros mismos los que asignamos ese valor. Alguna situación que a alguien le puede parecer triste a otra persona perfectamente le puede resultar divertida, a otro puede provocar sentimientos de rabia, etc. Por lo tanto ¿la situación es triste, divertida o molesta? El valor que le asignes depende de ti.
Nuestros abuelos pensaban que la vida adulta era trabajar duro para comer, los tiempos cambiaron y nuestros padres pensaban que la vida adulta consistia en trabajar duro para pagar cuentas y muchos de nosotros creemos que la vida adulta consiste en trabajar duro para tener más, una mejor casa, un mejor auto. Pero no puedo estar más en desacuerdo con que la vida adulta consiste en trabajar duro.

Todos deseamos una mejor calidad de vida para nosotros mismos, y una aun mejor para nuestros hijos, el problema es que cuando hablamos de calidad de vida siempre aparece primero el apego a lo material, aparece el viajar, y no tener preocupaciones de tipo económicas. Con el paso de los años me he dado cuenta que junto con aumentar mis ingresos mis preocupaciones por dinero no disminuyen, todo nos indica que en nuestra juventud teníamos menos y disfrutabamos más, de nuestras necesidades económicas se ocupaban nuestros padres, por lo que entendí que más dinero no significa mejor calidad de vida ni menos problemas. Al decir verdad la mayoría de los problemas o complicaciones de la vida adulta tienen su origen en las emociones, en el miedo y en la duda. La vida adulta no se trata de aceptar la vida tal como es o "lo que te tocó" como si se tratara de un sorteo, se trata de saber utilizar herramientas para resolver problemas. Entiendo que no puedo, ni es mi misión, protegerlos de todo lo que creo que es malo. A través de la transmisión del conocimiento y de la responsabilidad no puedo evitar que mis hijos les toque quedar cesantes, no puedo evitar que pierdan a sus seres queridos (perderme a mi es una posibilidad bastante cierta) por lo que debo enseñarles a ser independientes y a superar el duelo por ejemplo, a través de la muerte de una mascota, por lo que no veo que la solución sea ir a comprar otra para aliviar su pena. No podemos comprarle otros abuelos, otros padres ni otros hijos, tal vez esa es una de las razones por las que domesticamos al perro y no a las tortugas, para enseñarle a nuestros hijos algo importante sobre la vida. Tal como envejecen nuestras mascotas envejeceré yo y también me haré más débil, hasta que finalmente moriré y a ellos les pasará lo mismo. No puedo evitar que los bancos los tienten con una vida de lujos a crédito porque la vida es ahora, pero si les puedo enseñar a ser pacientes para evitar el sobreendeudamiento.

Desde la más temprana infancia enseñamos a que en la vida hay que tener miedo, "si no comes la comida.... algo malo pasará" "vendrá el cuco", "van a venir los carabineros y te van a llevar preso", creamos hábitos a través del miedo, y bien es sabido que el miedo construye muros entre el pensar y el hacer. Ese miedo nos acompaña toda la vida, "si no haces lo que tu jefe dice perderás tu trabajo", "si no encuentras pareja luego te vas a quedar solo... se te va a pasar el tren", "si estudias eso que te gusta te vas a morir de hambre, mejor estudia algo rentable", "búscate un trabajo normal, con eso no vas a llegar a ninguna parte", “¿artista?, por cada famoso hay mil fracasados pateando piedras"  y no me digan que nadie escuchó esas frases alguna vez, y ahí nos quedamos. Vamos a trabajar sin ganas, odiamos el domingo porque es el término del fin de semana, el único momento en que hacemos lo que queremos, lo que nos gusta. Está claro que estamos convencidos que la vida adulta consiste en trabajar y postergar el placer y la diversión, y la verdad es que yo ya no quiero creer eso, he comenzado un camino irreversible en la comprensión de la vida y finalmente ahora que me corresponde decidir cómo voy a preparar a mis cachorros para la vida adulta lo haré tratando de liberarme en lo que más pueda de mi yo animal, enseñándole a mis hijos que si bien nuestras conductas están condicionadas como ocurre con todos los animales, la única decisión que queda al libre albedrío es la de disfrutar la vida, y ya que entiendo que tengo miedo de hacer muchas cosas simplemente porque la crianza recibida, la cultura, el colegio, las religiones (aunque no practique ninguna), me han condicionado para que así sea, no seré yo quien condicione a mis hijos a temer porque simplemente no conocen lo que está detrás del muro que construyó ese temor.

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